Creo que no lo he comentado hasta ahora, pero soy amante de la naturaleza y todo lo que ella contiene. Esta semana hemos entrado en el otoño (disculpas a los lectores y lectoras del otro lado del charco, que vosotr@s estrenáis la primavera) y, como todas las estaciones, tiene su propio encanto. A muchos les resulta triste; a mí, en cambio, mágico. Hoy quería comentaros el efecto relajante (y por ello, en mi caso, terapéutico) que tiene la naturaleza.
Cuando mis fuerzas flaquean por cualquier motivo, me encanta escaparme a cualquier rincón perdido de mi provincia a disfrutar del silencio, la brisa, el olor a hierba fresca, y si le añades un riachuelo o lago, me lleno de paz. Hay que saber pararse a contemplar estos pequeños espectáculos gratuitos, olvidarse de lo demás y concentrarse en la belleza de la naturaleza. Además, en estas excursiones es un gran pasatiempo convertirte en fotógrafo profesional: ya me veis tirada en el suelo, entre barro, piedras y hojas, para hacerle una foto a una mariposa que se haya posado; o buscando el ángulo perfecto para captar el movimiento de la rama de un árbol. Me encantan estas cosas... Os las recomiendo de veras.
Y desde luego, ir a la naturaleza es hacer deporte del bueno. Senderismo puro y duro, de manera que podéis hacer un poco de ejercicio sin llegar a extremos que muchas tenéis prohibidos. Paz, deporte, naturaleza y diversión. Todo en uno y gratis. ¿Alguien se anima?
Imagen: pixabay.com
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