Como muchos ya saben, quien me impulsa a escribir estas palabras, a dar una charla o a participar en foros es una jovencita llamada Cloe.
A ella le debo grandes logros, como el hecho de tener publicada mi primera novela, algo que no sé si llego a asimilar del todo, puesto que la escribí siendo, prácticamente, una niña.
También debo agradecerle a Cloe su tesón, su capacidad de vivir, de sacar fuerzas de flaqueza, de afrontar la vida tal y como ésta se presenta... Debo agradecerle a Cloe ser una gran luchadora y ejemplo a seguir, puesto que ya ha conseguido transmitir parte de su fuerza a jóvenes que la han necesitado, o a madres desesperadas e impotentes, que poco o nada podían hacer más que esperar a que sus hijas mejoraran en su lucha particular.
Por todo ello, y mil cosas más que no sé si algún día llegaré a agradecerle lo suficiente, dedico a mi pequeña Cloe la entrada de hoy. ¡Gracias, Cloe, por ser la primera vida que surgió entre mis dedos y las teclas de un ordenador para inundar de tus vivencias las páginas de mi primera novela!